Domingo, 2 de Octubre, 2016
Iglesia Luterana San Andrés, West Chicago
Lucas 17:5-10
Entonces los apóstoles le dijeron al Señor: “¡Aumenta nuestra fe!”
“Si ustedes tienen una fe tan pequeña como un grano de mostaza,” les respondió el Señor,” podrían decirle a este árbol: ‘Desarráigate y plántate en el mar,’ y les obedecería.
“Supongamos que uno de ustedes tiene un esclavo que ha estado arando el campo o cuidando las ovejas. Cuando el esclavo regresa del campo, ¿acaso se le dice: ‘Ven en seguida a sentarte a la mesa’? ¿No se le diría más bien: “Prepárame la comida y cámbiate de ropa para atenderme mientras yo ceno; después tú podrás cenar”? ¿Acaso se le darían las gracias al esclavo por haber hecho lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, deben decir: “Somos esclavos inútiles; no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.”
Hay un par de textos muy raros en nuestro evangelio para el día de hoy. El primero contiene un dicho muy conocido de Cristo – de tener una fe tan pequeña como un grano de mostaza – pero luego, Cristo lo sigue con una parábola bien rara que se trata de la esclavitud. De hecho, toda esta sección del evangelio de Lucas – desde el primer versículo del capítulo 17 hasta el décimo – parece un poco rara. Es como si Lucas se quedara con todos estos dichos de Cristo y no sabía que hacer con ellos, y entonces los puso todos juntos aquí en este capítulo y dijo “perfecto.” Nuestra lectura para hoy empieza en el quinto versículo, pero antes que eso, Jesús habla de todavía otros temas, de la importancia del perdón y de apoyarnos unos a otros en la fe en vez de hacer que los demás se tropiezen.
Hoy, quiero explorar estos textos difíciles un poco con ustedes para ver si podemos entenderlos un poco mejor. De hecho, los invito a todos a abrir una biblia y seguirme en ver estos versículos. Empecemos con la parte más difícil – con versículos 7 a 10 donde Cristo habla de siervos o esclavos. La palabra original, en el idioma griego, es δοῦλος, y puede ser traducida o “siervo” o “esclavo,” pero señala basicamente la misma cosa. Ahora bien, para nosotros viviendo en el siglo 21, este cuento nos parece horrible. Cristo parece autorizar la esclavitud y aún más, usa el ejemplo de alguien tratar a su esclavo con muy poca consideración para demostrar su punto. Pero lo que quiere hacer Cristo con esto es usar una situación ya conocida por sus oyentes para explicarles su punto.
Entonces, en vez de usar este ejemplo de la esclavitud, usemos un ejemplo de una situación más conocida por nosotros para ver si podemos entender lo que quiere decir Cristo. Cuando yo era niña, en mi familia, tuvimos siempre una lista de quehaceres en la casa. No se preocupen, no quiero decir que mis padres nos esclavizaron a mis hermanos y yo, ¡claro que no! Sino, nos tocaba hacer cosas diferentes, como, “hoy, me toca a mi pasar la aspiradora, y a mi hermana limpiar el baño, y a mi hermano sacar la basura.” El propósito de estos quehaceres no era para castigarnos. Al contrario, eran solamente las expectativas que teníamos como parte de ser una famila. Del mismo modo, no recibimos ningún regalito o favor especial por cumplir con estos quehaceres, porque no hicimos más que cumplir con nuestro deber. Lo hicimos por motivos de cuidado y responsabilidad hacia nuestra familia.
De igual manera, en este texto, Cristo dice a los discípulos que hagan lo que están mandados a hacer – como un esclavo para su maestro, o un niño para sus padres – sin esperar algo en cambio, algún tipo de premio celestial. ¿Entonces, qué es lo que se ha mandado que hagan los discípulos? Bueno, aquí, creo que es relevante volver a los versículos 1-4. Cristo los dice:
“Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello, que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños. Así que, ¡cuídense! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte ‘Me arrepiento,’ perdónalo.”
Honestamente, creo que prefiero sacar la basura! Los discípulos responden a esta instrucción de una manera muy sincera, diciéndole a Cristo, “Señor, aumenta nuestra fe!” Lo que nos estás pidiendo suena bien difícil, Cristo! Necesitamos más fe para hacerlo! No quiero perdonar a nadie que me ofenda siete veces al día, y tampoco sé si soy capaz de apoyar a los demás en la fe en vez de hacer que se tropiezen. Los discípulos se sienten bien agobiados por la vida que Dios los llama a vivir, y sienten que su fe es insuficiente para ayudarlos a vivirla.
Todo esto nos prepara a escuchar el dicho de Cristo – de tener una fe como un grano de mostaza – de una manera tal vez muy diferente de como lo hemos entendido antes. Muchas traducciónes de este versículo dicen, “si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza,” podrían hacer estas cosas milagrosas, sean desarraigar árboles en el evangelio de Lucas o mover montañas en el evangelio de Mateo. Lo que implica es que no tienen fe suficiente para hacer estas obras de paisajismo extremo. Pero, si uno vuelve otra vez al idioma original, el griego, se nota que esta no es una traducción totalmente precisa. Más correctamente, el dicho de Cristo sería, “si ustedes tienen una fe, aún tan pequeña como un grano de mostaza,” podrán hacer cosas hasta milagrosas. Cristo no quiere regañar a los discípulos por no tener fe suficiente, sino los quiere alentar por decirles que ya tienen fe suficiente. Según Cristo, tener fe tiene más que ver con calidad que cantidad.
En este texto, Cristo no quiere criticar a nadie por no tener fe suficiente, como tampoco quiere animarnos a violencia contra los árboles. Al contrario, su conversación con los discípulos nos enseña claramente que la fe es un don, y Cristo dice a sus discípulos que Dios ya les ha dado toda la fe que necesitan para caminar el camino que les toca. Lo único que les falta es caminarlo.
Entonces, ¿qué significa todo esto para nosotros? Bueno, significa que nosotros también ya tenemos fe suficiente para atrevernos a vivir la vida que Dios nos llama a vivir. Igual que los discípulos, Dios nos llama a vivir vidas éticas juntos con la comunidad – debemos de perdonarnos y soportarnos los unos a los otros, ser hospitalarios y generosos y amables, luchar por la justicia, y ser el cuerpo de Cristo por el bien del mundo. Son deberes muy fuertes, y es fácil que alguien nos hace tropezar, como nos advierta Cristo. Por lo tanto, es tan importante apoyarnos y fortalecernos por medio de la comunidad. Habrán días en que le pedimos a Dios que nos de más fe, que sentimos agotados y agobiados. No tengo duda de que ustedes mismos han tenido días así. En esos momentos, es importante recordanos de nuestra llamada de ser una comunidad de apoyo, de amor, y de fe.
Finalmente, Dios no exige que vivamos vidas éticas con el fin de castigarnos – ni tampoco exige que hagamos estas cosas buenas para ganarnos la salvación. Del mismo modo, nosotros tampoco debemos de vivir vidas buenas y cristianas solamente con el fin de recibir algún premio en cambio. Al contrario, esta vida parece mas a la lista de quehaceres que tuvo mi familia en mi juventud. No era ni señal de castigo ni tampoco de premio, sino señalaba que pertenecíamos a una familia cariñosa. De igual manera, cuando tratamos de vivir vidas que son agradables a Dios, nosotros señalamos que pertenecemos a la famila de Dios. No hacemos estas cosas por miedo de un castigo, ni tampoco por esperanza de un premio, sino por amor de Dios y amor de los demás. Y del mismo modo, Dios, por amor, nos da el don de la fe, y todo lo demás que necesitamos – incluso árboles, montañas, y hasta granitos de mostaza.
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